8 de octubre de 2013

Un país sin marcas es un país sin bandera

Gabriel Dreyfus utiliza al mundo automotor para describir el mundo en el que vivimos, y la posición que ocupa Argentina en él.

Para simplificar, supongamos que el mundo es una carretera donde algunos países viajan en sus propios automóviles.
Otros en marcas que no son propias, en ómnibus, algunos a dedo, muchos caminando y la mayoría se queda.
El Mundo Automóvil sirve como ejemplo.
Tiene los mismos países que nuestro mundo y una historia casi idéntica.
En su Siglo XX, desde finales de la década del 30 hasta mediados de la del 40, tuvo una terrible Guerra Mundial con vencedores y vencidos y muchos millones de muertos.
En su Europa, los países aliados vencieron al nazismo y al fascismo.
Su Alemania fue derrotada y destruida.
Su Italia invadida.
La comunista Unión Soviética emergió como la gran potencia, Inglaterra y Francia como las democracias triunfantes.
Aunque Renault, Peugeot y Citroën no habían hecho mucho por la victoria…
En el Pacífico -que de pacífico solo tenía el nombre- Estados Unidos derrotó al, valga la redundancia, imperialista Imperio del Japón.
Dos bombas atómicas terminaron con su arrogancia.
Los buenos habían derrotado a los malos.
La bandera nazi fue arriada y la japonesa humillada.
Estados Unidos, triunfante, dominaba al Mundo Automóvil con sus oligarcas Cadillac y Lincoln, sus más proletarios Ford y Chevrolet.
Hasta el hoy fallecido Studebaker impresionaba con su audacia.
Detroit era la capital del mundo.
Aunque la sangre azul seguía siendo de la realeza británica: su Majestad Rolls Royce, el Duque de Bentley y el Príncipe Jaguar.
Había sido una incuestionable victoria militar y la Unión Soviética, con tanques y aviones, dominó más de la mitad de las carreteras de Europa.
Pero estas estaban vacías.
Porque nadie había visto ni vería un genuino automóvil ruso.
De las ruinas de la Alemania nazi comenzó a surgir un pequeño escarabajo y el beetleempezó a ser plaga en las calles de Europa y Estados Unidos.
Años después su familia crecería con Audi, Porsche y SEAT, que habla alemán con acento español.
Volkswagen -el auto del pueblo- tuvo su genial Goebels del bien: Bill Bernbach.
Y la hija del Señor Benz -Mercedes- desde el lujo hasta los camiones pasando por la Fórmula 1, ganó su lugar en el podio del prestigio.
BMW fue mucho más que una moto.
Y la industria automotriz alemana comenzó a ser dueña de la inglesa y los autos japoneses la matriz de la norteamericana.
En la Italia del Mundo Automóvil, Fiat sobrevivió al fascismo.
Y ni hablar de Ferrari, Maseratti, Alfa Romeo: el arte del Renacimiento sobre ruedas.
Pero volvamos al Japón.
Al país que venció a la bomba atómica con una Honda.
El país de Toyota, de Mazda, de Suzuki, Daihatsu, Subaru, Nissan Mitsubishi…
Invadió las carreteras del mundo, sepultó a Detroit y los faros de casi todos los autos son rasgados como los ojos de su raza.
Por supuesto, esto no se limita al Mundo Automóvil y no nombramos a países exóticos y lejanos como las carreteras de Corea.
Dicen que casi toda la tecnología del Mundo Electrónico viene de Oriente.
Y que Japón también tiene otras banderas como Sony, Samsung, Toshiba…
Las verdaderas guerras no son militares sino económicas.
En esos extraños mundos que se parecen tanto al nuestro, con un comunismo en extinción y un capitalismo en crisis, la nación que crece a tasas chinas es la República Popular China.
Pero, por ahora, China es solo una factoría sin marcas.
Aunque es el mayor importador de nuestra Soja Transgénica GTI.
A no preocuparse: tenemos los mejores caballos de polo del mundo…
Perdón.
Yo debería haber hablado de publicidad pero los mayores anunciantes “argentinos” son multinacionales y sus agencias también.
¡Taxi!

Fuente: Adlatina.com